lunes, 28 de enero de 2019

Recuerdos infantiles."Alguien llama a la puerta"

Me contaba mi madre, Cecilia,  que cuando ella y sus hermanos eran niños, debía ser la década de los años 30, solía venir, su padre,  el abuelo Vicente del campo, en Fuentes, era pastor, y tras la cena, al calor de la chimenea del hogar, en la cocina, acostumbraba a contarles  historias de fantasmas, muertos y aparecidos. De aquellas historias o cuentos recuerdo de forma insistente el final de uno de ellos que tenía una estructura narrativa in crescente un tanto teatral hasta que acababa invariablemente  con un brusco ademan del abuelo que acababa con los chiquillos, mi madre y mis tíos, despavoridos, huyendo a sus respectivas habitaciones. 

Ese final del cuento o tal vez era él todo el cuento,  empezaba con un golpes en la puerta, que de forma onomatopéyica reflejaba el abuelo con una voz hueca, cavernosa, al parecer se trataba de una alma en pena que pretendía volver a por sus restos:

¡¡Tam, tam!! (golpes en el portón de entrada)

Quien es? (preguntaba el niño)

Vengo a por la osadura, dura
que me sacaste de la sepultura (contestaba el fantasma)

Déjale hijo, déjale hijo, 
que ya se irá  (le contestaba su padre)

No me voy, no me voy
que en la puerta de la calle estoy (replicaba el fantasma)
....

Tan, tan (se vuelven  a oir unos golpes más cercanos)

Quien es? (preguntaba de nuevo el niño)

Vengo a por la osadura, dura
que me sacaste de la sepultura (contestaba el fantasma)

Déjale hijo, déjale hijo, 
que ya se irá  (le contestaba su padre)

No me voy, no me voy
que en la puerta del cuarto estoy (replicaba el fantasma)

Y se iba repitiendo, hasta llegar a los pies de la cama o en función del lugar de la casa donde se contase el cuento para finalizar diciendo

No me voy, no me voy
que agarrándote de los pelos estoy 

Y el padre-fantasma-narrador agitaba sus manos que sea agigantaban en sus sombras por  la luz de la lumbre y el concurrido auditorio infantil ponía los pies en polvorosa.

No hay comentarios:

Publicar un comentario